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La gran particularidad del blanco es que es un color neutro que puede ser frío o cálido según su matiz. Tiene la capacidad única de resaltar o variar la intensidad de otro color.
El primero es físico: se trata de la síntesis aditiva, referida a la luz. Según esta síntesis, el blanco corresponde al prisma de la luz de donde surgen todos los colores y con cuya adición se produce el blanco.
El segundo es más pictórico: se trata de la síntesis sustractiva, que considera el blanco como un no color. Según esta síntesis, el blanco es la ausencia de color o, más en general, el color soporte.
Puede ser brillante o mate, claro o saturado, luminoso o apagado… ¡una rica variedad que ha inspirado a múltiples artistas! Kasimir Malevitch lo empuja al paroxismo de la abstracción minimalista con su Blanco sobre blanco; y Roman Opalka desarrolló durante años una iniciativa increíble con sus Detalles, una serie creciente de figuras pintadas sobre lienzos blancos.
Así que, aunque Newton declaró que el blanco no es un color (para él, era mucho más), sí podemos afirmar que es uno de los elementos esenciales de cualquier creación.